La guerra contra Edward Snowden
Publicado el 26 junio 2013 por Iñigo Sáenz de Ugarte
John Cassidy se centra en The New Yorker en la gran ofensiva emprendida en EEUU por el Gobierno y los medios de comunicación para acabar con la credibilidad de Edward Snowden. No es sólo el hecho de que en los últimos días se hable más del accidentado periplo del ex técnico de la NSA para encontrar un país que le conceda asilo político tras su denuncia del abuso de poder que supone el vasto sistema de vigilancia de las comunicaciones puesto en marcha en secreto por los servicios de inteligencia.
Eso hasta cierto punto es normal. Es una historia emocionante, de final incierto, que enfrenta a EEUU con los gobiernos ruso y chino y hasta cuenta con un lado cómico, con ese vuelo de 14 horas de Moscú a La Habana en el que no estaba Snowden, pero sí un numeroso grupo de periodistas sin nada que hacer más que sacar fotos de un asiento vacío, por no hablar de la zona de tránsito del aeropuerto moscovita donde otros reporteros creen ver ahora espías por todos los lados.
La clave es desprestigiar a Snowden, convertirlo en una marioneta, voluntaria o no, de oscuros intereses extranjeros y desprestigiar por definición a cualquiera que cuestione el ilimitado poder del Estado en los países occidentales. Y poner el umbral muy alto, casi inalcanzable, a todo aquel que se plantee en el futuro dar un paso como el que ha dado Snowden. Quedarse en el país tras hacer una revelación de este calibre te conducirá incomunicado a una celda de una prisión de máxima seguridad donde podrías pasar los próximos 20 o 30 años de tu vida. Huir al extranjero te colocará en el bando del enemigo, porque te obligará a buscar refugio en países que estén dispuestos a enfrentarse al Gobierno de EEUU.
En la cobertura de muchos medios, se recupera la retórica del eje del mal para destacar los rincones oscuros, numerosos en algunos casos, de los países relacionados con la huida de Snowden: China, Rusia, Venezuela, Ecuador o Cuba. Los pecados de todos estos gobiernos se adjudican de forma automática al currículum de Snowden, que en el mejor de los casos aparece como un sujeto manipulado y en el peor como un espía, aunque esto último sea literalmente irracional (los espías sólo tienen un cliente y son más valiosos cuanto más tiempo pasan infiltrados en el lugar que vigilan; no dan entrevistas a los periódicos ni vuelan en pedazos su cobertura).
Snowden tiene pocas opciones, y se podría decir que todas son malas, pero lo son desde el primer momento en que decidió denunciar las actividades de la NSA. Sabía que tendría que afrontar una vida de fugitivo en la que no siempre tendría su destino en sus manos. Es lo que suele ocurrir a los que se atreven a denunciar el creciente poder del Estado y su capacidad para inmiscuirse en las vidas privadas de los ciudadanos, y lo hacen desde el interior de esas organizaciones con la información a la que han tenido acceso.
Por eso, Cassidy termina el artículo con estas palabras:
“El Gobierno de Obama tiene a su lado a los tribunales, los servicios de inteligencia, el Congreso, el servicio diplomático, buena parte de los medios de comunicación y la mayoría de la opinión pública de EEUU. Snowden tiene con él a Greenwald, una mujer de Wikileaks y un salvoconducto no muy seguro de Ecuador. ¿De qué lado estás tú?”
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